¿Forjamos nuestro propio destino? Una reflexión desde la Ciencia

En los últimos años, los avances en genética y neuropsiquiatría han estrechado filosóficamente, a mi modo de ver, el margen que cada uno contamos para forjar nuestro propio destino.  He dividido mi reflexión en tres apartados: diseño físico, comportamiento y gustos personales.

Diseño físico (genética)

Hay algo más importante que el hecho per se de parecernos físicamente a nuestros progenitores por herencia genética. Lo que modifica nuestro destino son las consecuencias potenciales de este hecho sobre nuestra vida. Por ejemplo, si somos muy altos por herencia, eso condiciona en cierto grado la forma de vivir la vida, es decir, en ese sentido, vivimos una vida similar a la de nuestros antepasados “muy altos”: tendremos más posibilidades de que nos elijan para un equipo de baloncesto, quizá en ciertas culturas nos consideren más atractivos, etc. En otras características como la belleza o la inteligencia, evidentemente  podemos aplicar la misma premisa.

camino-sin-destinoComportamiento (neuropsiquiatría)

Estudios realizados en los últimos años, muy bien reflejados por la doctora Brizendine en sus libros “El cerebro femenino” y “El cerebro masculino” (Ref. 2 y 3)  arrojan a la luz verdades dolorosas: mucho de  nuestro comportamiento y sensaciones están muy relacionadas con nuestros niveles hormonales en sangre, más que por nuestra voluntad pura y dura. Por ejemplo, cuando nos enamoramos nuestro cerebro nos “premia” cuando pensamos o estamos con la persona en cuestión y nos “castiga” retirando ese premio cuando no estamos con esa persona, por eso experimentamos una especie de síndrome de abstinencia. ¿Por qué? Porque si nos hemos enamorado de alguien el cerebro lo tiene claro: hay que asegurar la descendencia con esa persona.

Parece entonces que el cerebro aún no ha comprendido el papel de los anticonceptivos…¿o sí? Desde hace tiempo en Japón preocupa la falta de interés de los jóvenes por el sexo (Ref. 4). Una de las causas que se barajan es que en una sociedad como la japonesa es común que las mujeres elijan entre ser madres o tener una vida laboral (triste, pero cierto). Muchas jóvenes que han renunciado voluntariamente a la maternidad han experimentado un descenso de su interés por el sexo. Se podría pensar que en este caso el cerebro sí ha aprendido y ha dejado de premiar un acto que ya sabe que no produce descendencia.

Gustos personales (genética)

El terreno de los gustos personales estaba, a mi modo de ver, protegido e independiente a priori de nuestra genética.  Pero un descubrimiento reciente me ha hecho reflexionar sobre el tema.

La literatura científica mostraba hasta ahora que los receptores del sabor amargo se encuentran directamente relacionados con el gusto por las bebidas alcohólicas. Un estudio publicado 2014 en  la revista Alcoholism: Clinical & Experimental Research (Ref. 5 y 6), indica que esta predisposición podría ser genética. Es decir, que por herencia genética la ginebra nos parece agradable o desagradable.  Qué desastre.

Reflexión

Con todas estas cosas encima de la mesa me hace reflexionar: ¿Forjamos nuestro camino en la vida? Parece que al nacer ya nos hayan dado el coche (herencia genética), el GPS nos recomienda el camino y la velocidad en cada cruce (comportamiento guiado por el cerebro) y en dicho GPS ya viniesen grabados nuestros lugares favoritos (herencia genética).

¿Qué queda por tanto a nuestra voluntad?

Cuando llegamos a un cruce de caminos, el GPS nos indicará cuál le parece más apropiado y creará el ambiente para convencernos: nos hará sentir mal cuando pensemos en el camino que él considera incorrecto y nos hará sentir bien cuando pensemos en el camino que él considera correcto. Podemos no hacerle caso, pero eso lo sentimos como hacer algo contra nuestro instinto (que es ni más ni menos que nuestro GPS).

También, de vez en cuando,  para el GPS es indiferente qué camino elijamos, puesto que muchos casos ninguna opción comporta ni un riesgo ni un beneficio claro para nuestra existencia. Y quizá encontremos nuevos lugares favoritos desconocidos. En esos casos el GPS aprende rápido y los incorpora su base de datos.

Podríamos decidir tener el coche en muy buen estado para resultar más atractivos a otros conductores. Pero eso ya lo sabe el GPS y nos hace correr más o no para mantenernos en la forma que más casa con sus intereses: en plena forma cuando le interesa que conozcamos a otros conductores y en forma irrelevante cuando lo que le interesa es que nos concentremos en otros menesteres, como por ejemplo criar a nuestra descendencia.

Hastiados  y exhaustos  podríamos rebelarnos e ignorar el GPS: abrir nuevos caminos a contra corriente, desechar los favoritos predefinidos e intentar crear los nuestros propios…pero…¿y si eso también estuviera escrito en nuestros genes? Bueno, según muchos psicólogos esa es la definición de adolescencia: un proceso que el GPS diseñó para que fuésemos capaces de independizarnos de nuestros progenitores y crear descendencia propia. Sólo que ahora ese proceso está desfasado con respecto a la edad de inserción laboral en sociedades desarrolladas.

Por tanto ¿qué parte de nuestro destino forjamos? A mi parecer, forjamos nuestro destino por cómo conducimos con el coche y el GPS que nos viene de serie por lugares que nadie en nuestra historia genética ha recorrido.

Nota al lector: Esta entrada está motivada por la tertulia que se realizó en Diciembre de 2014 en Metalibrería (Ref. 1), a la que no pude asistir.He creado esta entrada por si a alguien le pudiera resultar interesante mi reflexión

Referencias

  1. Tertulia “El destino. ¿Forjamos nuestro camino en la vida?” Metalibrería (@metalibreria)
  2. “El cerebro femenino” Louann Brizedine , RBA LIBROS, 2007
  3. “El cerebro masculino” Louann Brizedine , RBA LIBROS, 2010
  4. Los jóvenes japoneses pierden interés por el sexo” El Periódico.com
  5. La genética determina la preferencia por las bebidas alcohólicas” Agencia Sinc (23/09/2014)
  6. Alissa L. Allen, John E. McGeary, and John E. Hayes ‘Polymorphisms in TRPV1 and TAS2Rs Associate With Sensations From Sampled Ethanol‘  Alcoholism: Clinical and Experimental Research 38 (10), 2550-2560.

4 comentarios en “¿Forjamos nuestro propio destino? Una reflexión desde la Ciencia

  1. Querido bloguero:

    Se nota que tiene al Miguel de Cervantes poeta bien presente (“tú mismo te has forjado tu ventura, y yo te he visto alguna vez con ella”). A mí, cuando me vienen mal dadas, así me gusta pensar; por estrategia, más que por otra cosa.

    Pero si me pongo más reflexivo, a lo que ayuda su entrada, no sé qué decir. Entiendo, corríjame si no es así, que plantea que somos como un algoritmo de “machine learning” (se me han perdido las cursivas), esto es, que no sólo el “hardware” sino también el “software” (qué pensaría el bueno de don Miguel de tanto anglicismo) nos viene dado en la genética, pero que las nuevas experiencias nos hacen tomar decisiones diferentes y, a su vez, actualizan los parámetros usados como “inputs” (¡qué barbaridad!) en los algoritmos. Por ejemplo, en una regresión lineal o polinómica (algoritmo), al encontrarse con nuevos datos para las variables independientes (las nuevas experiencias o lugares que visitaremos), se predecirán nuevos valores para la variable dependiente o respuesta (intuiciones ante nuevas situaciones). Pero no sólo esto: al contrastar el resultado de nuestras decisiones con las nuevas experiencias, aumentaremos los datos, y, por tanto, la misma línea o regresión lineal cambiará, actualizándose. En resumen, las nuevas experiencias son la fuente del libre albedrío.

    Me ha hecho pensar su entrada: enhorabuena y gracias.

    Afectuosamente,

    Diego

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    • Don Diego,
      Exacto, veo que ha captado muy bien la idea, y la ha desarrollado más allá. Me alegro mucho de que haya encontrado interesante mi reflexión, y mucho más si le ha hecho pensar.

      PD: Cervantes, sí señor. Buen ojo.

      Un saludo,
      Gonzalo

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  2. Hola Gonzalo:

    Por fin me animo a comentar en tu blog, después de muchas tribulaciones y reflexiones. La entrada me ha gustado, pero, como ya sabes, mi pregunta da un nuevo giro a la reflexión. ¿Acaso importa si forjamos nuestro propio destino? Si existe una componente intrínseca de voluntad que depende exclusivamente de nuestro juicio, suponiendo que sea libre, entonces sí que forjamos nuestro destino y la pregunta no tiene sentido.

    Ahora bien, si estamos determinados por la genética y la biología en general, entonces el libre albedrío no es sino una ilusión de la que no podemos escapar. Es análogo a preguntarse qué ocurrió antes del «Big Bang». No tiene ningún sentido porque no podemos interactuar con ese aspecto de la realidad. Somos prisioneros de nuestro cerebro, de nuestra genética y biología. Entonces nos vemos en la situación de que decisiones que nos parecen tomadas con libertad en realidad han sido «programadas» en nosotros. Pero si nosotros las percibimos como libres, ¿qué diferencia hay? Si nos queremos abstener de introducir deidades o entes superiores, entonces no hay absolutamente ninguna diferencia. El día que el ser humano alcance la tecnología para que los ordenadores tengan capacidades abismales de computación es cuando deberá preocuparnos la pregunta. Ese día quizá podamos simular el comportamiento de una persona a partir de su ADN, y entonces la humanidad estará condenada.

    Ahora mismo, no obstante, estamos a salvo dentro del parque de juegos que es nuestro cerebro. Un parque en el que las vallas son inalcanzables y, por tanto, no nos incumben.

    Un saludo,

    Gonzalo

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    • Hola Gonzalo.RP
      Gracias por animarte a comentar, el debate siempre ayuda.
      Yo creo que no estamos totalmente precondicionados por nuestra genética, sino que ésta nos marca el camino y a veces hay que hacer un verdadero esfuerzo de superación para cambiar ese destino. Sólo que percibo que la mayor parte del mundo no se molesta en hacerlo, aunque hay grandes e inspiradores ejemplos en la historia del mundo.

      Un saludo,

      Gonzalo

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